Me gusta imaginarme a Federico.
Dos ojos reflejando rascacielos.
Neón, escaparates, caramelos.
Palomas con ramitas en su pico.
Me gusta imaginarme esa sonrisa
tan lejos de su tumba y de Granada.
Me gusta imaginarme la mirada
del niño que ha trepado a una cornisa
y erguido de puntillas casi alcanza
la miel de Sherezade, la utopía.
Me tiembla el corazón, quiere venganza
por esos ojos suyos… ¿No podría
perderse entre la gente? ¡Lorca, avanza!
¡No vuelvas! Una imagen. Sólo mía.
Inspirado en una carta que Lorca escribió a su familia desde Nueva York, en la que relataba la visión de un dirigible navegando entre los edificios.